Cuando Stern se dirige al piano, el tiempo parece detenerse.
Un 27 de diciembre, el director me dijo:
- A veces me siento triste y cuando eso me sucede, toco el piano. Entonces siento que no son mis dedos los que empujan las teclas hacia abajo, sino que son mis lágrimas. Cada gota que cae de mis ojos es una nota. La música que estás escuchando es el sonido de mi llanto. Y mis lágrimas, poco conocen acerca del tiempo.
- ¿Por qué lo detendrían, entonces? ¿Cómo podrían hacerlo si no saben nada de él? Y en todo caso, ¿por qué su llanto no conocería el tiempo?
- Porque si lo hiciera, sabría que detrás suyo viene el sosiego.
- No lo comprendo, director.
- No me comprendés porque tus lágrimas han de ser verdaderas...
- ...
- ...
- Me pregunto si las lágrimas verdaderas serán capaces de ejecutar una música como la suya.
- Las lágrimas de la verdad tienen una música, pero a diferencia de ésta su sonido es estruendoso y su duración perfectamente medible. Ahora dejame solo. Quiero disfrutar de mi música.
Sus palabras me recordaron a Rubén Darío... ¿No oyes caer las gotas de mi melancolía?
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