martes, marzo 24, 2020

Carta en Re menor

Recuerdo el sillón de cuero negro, la biblioteca de fondo con un número considerable de novelas que me hubiese gustado hojear. Sobre todo la de Vila Matas, tan de moda en esa época y algún que otro roman de Emile Zolá. Hoy los días son largos en Buenos Aires y sé que en París también. Sin embargo estas palabras nos acercan. Un hilo muy finito se mantiene intacto entre nosotros, a pesar del silencio.

Tuve que poner de fondo a Miles Davis para seguir escribiéndote, porque si no me disperso, como siempre, ya lo sé. Pero estos días el teléfono suena a cada rato, el gato está empecinado en hacerse las uñas en mi pantalón, no hay comida en la heladera y para ir a comprar hay que armarse de valor. 

Anoche me abrí un vino pensando en vos, y brindé a la distancia, debías estar durmiendo ya, pero sé que todo llega si la intención es verdadera. Las noticias no son alentadoras pero cada vez que pienso en eso acudo a los libros, a esa cita que no se por qué me quedó grabada para siempre... ten fe hombre orgulloso, ten fe. No sé. me agarro de algo, del teclado, para no caer. 

Esta tarde jugaremos a los dados…, pienso en tus padres y en el atardecer en Beauchamp, en los viajes en tren a las seis de la tarde, las luces al costado del Sena. La música hace que todo sea más llevadero. Hoy las distancias se alargaron y el silencio es por momentos una pastilla enorme que queda atravesada en la garganta. 

Me pregunto si sobreviviremos a esta tormenta. Por ahora sólo puedo escribir, dibujarte en cada trazo, pensar "con palabras de este mundo" que el futuro siempre es incierto, pero más lo es para quien no ha terminado aún de construir su presente. 

Te convidaría un mate, pero viste que no se puede ahora, además ya sé que a vos te parece “dégueulasse”, usaste esa palabra para describirlo, y yo me reí porque me acordé de esa vez que me la dijeron en la galería de arte y como yo no sabía que quería decir me sonreí, después te lo conté y te reíste a carcajadas. 

Una vez más el pasado, ese hermoso lugar donde se puede ir a buscar cosas cuando con lo que se cuenta no alcanza. 

Ayer te ví en un vivo de instagram, de casualidad, viste mi nombre ahí pero te hiciste el que no, o quizás no lo viste, no sé. No importa. Saber que podemos conversar así me sostiene de alguna manera, como se sostienen muchos en este momento. 

Si pudiera ir al correo te pondría algunas cosas en el sobre junto con esta carta, como hacíamos antes, como la vez que me mandaste una estampita de una virgen que no conocía, que aunque no soy creyente la guardé porque tenía un poquito de vos. Hoy te mandaría un pedacito de papel pintado, un deseo hecho palabra, para que lo guardes ahí en tu biblioteca, al lado de la ventana. 

Además del sillón negro mi memoria va recorriendo los lugares de tu casa. Me acuerdo del taller, la guardilla (¿se dice así? nunca uso esa palabra) y de esas palabras feas que nos dijimos una noche que no debió existir. Después de eso saqué el pasaje de regreso a Buenos Aires. Todo estaba medio podrido ya. 

Por suerte existe el tiempo, además de esa distancia necesaria para curarse. Hoy, más que nunca.










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