viernes, mayo 31, 2013

Revelación

Fue una especie de revelación, epifanía, o como quiera llamarlo, pero el caso es que cuando ví esos pies moverse al compás de la milonga, su cadencia, sensual y voluptuosa femineidad, pregunté quien era, como se llamaba, si alguien sabía de ella. Al parecer sólo la conocían de vista, nadie supo decirme su nombre o si venía seguido a bailar. En unos segundos, que para mí fueron eternos, miles de preguntas me vinieron a la mente en torno a ella: Sería argentina? hablaría español? de que trabajaría? haría mucho que bailaba tango? Al respecto alguien me dijo que no bailaba muy bien, creí oir la palabra principiante, pero no le dí mucha importancia, así bailara mal sus equívocos serían para mí pruebas de su inocencia, cada traspié errado, cada tropiezo seguido de un pedido de disculpas provocaba en ella una sonrisa que la hacia única, hermosa, irrepetible. Algo en su rostro me resultaba muy familiar pero sin embargo no entendía bien por qué ya que nunca la había visto, o al menos si es que alguna vez me la había cruzado en alguna parte, no me había deslumbrado como hoy. Quise invitarla a bailar una tanda pero dudé, no se llevar bien a las mujeres y mi temor al rechazo me hizo desistir de inmediato. Prefería mirarla desde la distancia y esperar el momento adecuado para acercarme y conocerla, o quizá... si su mirada rozara sin querer mis ojos, en un acto de casualidad, aprovecharia yo para con un solo gesto demostrarle mi interés, o quizá no... eso no suele funcionar con las mujeres me dije cuando alguien tomó mi mano en un momento de descuido llevandome al centro de la pista. No bailo bien, le advertí, no te preocupes, me contestó, cerrá los ojos y dejate llevar. Bailé toda la noche, sin pensar en nada, disfrutando de la música. Cuando se encendieron las luces recogí mi abrigo y subí las escaleras, alguien me detuvo y me preguntó mi nombre, me dijo que una mujer me habia visto y que habia insistido en conocerme, sólo eran unos segundos, ella me estaba esperando en la puerta. Cómo se llama, le pregunté, vos misma, me contestó. Fue ahí el momento exacto de la revelación: me habia enamorado de mi misma, y no sólo eso, sino que yo misma también habia mostrado interés en mi; por suerte, habia una felíz coincidencia, no tendría que estar preocupada por conquistarme ni mucho menos lidiando con mis dudas acerca de si ceder ante el cortejo de yo misma o rechazarme. Hablamos unas palabras y me invité a llevarme a mi casa. Acepté con agrado. Tomamos un taxi en el cual fuimos charlando en forma animada, interrumpidas constantemente por el chofer que pretendia que era a él a quien haciamos las preguntas una y otra vez hasta que por fin se dio por vencido. Cuando llegamos me invité a subir y por supuesto acepté de inmediato no sin provocarme una suerte de sospecha de cierta facilidad que pronto yo misma me pedí que alejara de mi mente. Dormimos juntas esa noche y desde ese dia no quisimos separarnos mas, nuestro amor es más fuerte que cualquier otro.

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