jueves, diciembre 02, 2021

Desprendimiento

 

Juan se queja de que el colchón es duro.
Dice que le hace doler la espalda. 
Entonces se pasa a mi cama y terminamos teniendo sexo.

Hace casi tres meses que estamos así. Pero a mí me da miedo. El médico dice que tengo que tener paciencia, pero yo no puedo evitar arrancarme las costras. Juan se las come. A mí me da mucho asco.

Estábamos en el Tigre cuando empecé a sentir el mal olor. Pensé que había pisado una caca de perro o una fruta podrida, pero cuando llegamos a casa y fui al baño me di cuenta de que ese olor venía de mi cuerpo. 

Después empezó la picazón, las manchas coloradas, esa sensación de fuego en las rodillas. No podía evitar rascarme. Entonces aparecieron las costras.

Al principio me las sacaba con un papel secante, como esas cascaritas que se le hacen en el cuero cabelludo a los bebés cuando tienen tres o cuatro meses y empiezan a cambiar el pelo de nacimiento. Yo se las arrancaría a mi bebé.
Juan se las come.

Este colchón es una tabla, la puta madre. 
El otro día le dije a Juan que me quería separar. 

Fui a la farmacia a comprarme vendas. Con el calor todo empeora.
Es ofensivo oler mal. Yo huelo muy mal y ahora además tengo la sangre. 

Juan prende la tele. Están pasando Okupas. Dice que la serie tiene un aire ochentoso aunque está ambientada en los 90. Que esperaba más. 

Yo le digo que los ochenta y los 90 se parecían mucho. 
El me dice que yo era muy chica. 

Se cortó la luz. 
Va y viene todo el tiempo. 

Juan, así no me voy a curar nunca. ¿Por qué no te vas a tu colchón? Al final vos también sos... 

Nos reímos. Nos besamos. Nos cogemos. Nos comemos.

Tu colchón será una tabla pero esto ya está demasiado húmedo.
El roce me hace picar más.

Juan me agarra de las piernas y me besa. 
La gata lame la sangre en el parquet. 

Ahora me dice que tiene una amante y que si sigo jodiendo se va a ir. Qué debería ser más agradecida. 
¿Agradecer por qué? 
El alquiler se fue por las nubes. 
Nos aumentaron el 50% en un año. 

Escucho en la radio que mañana van a hacer 39 grados. Digo a Juan que si se quiere ir que se vaya, quizás sea la única manera de que yo me cure. 
Se ríe. Sabe que nadie se va a ir. 

El olor es cada vez más putrefacto. Invento algunas poses un poco menos dolorosas. Discutimos por cualquier pavada. Qué carajo es eso de la amante. No seas pelotudo. 

El ventilador de techo hace el mismo ruido que una cortadora de fiambre.
Zag zag zag.

Me puse unas medias can can para no rascarme. Juan las va a llenar de agujeros. está muy oscuro, hace calor. Es diciembre y nuestra casa es un río colorado. 

Él también huele mal; estoy empezando a darme cuenta. 

Alguien toca el timbre. 
Juan, andá a ver quién es. 

Mis costras también son como okupas. 
Hay colchones que son todavía más duros. Alambres que se clavan en la espalda. 

Duermo. Mi cuerpo es uno de esos botes colectivo que llevan gente en el río. Descascarado, despintado: carcomido. Juan maneja el timón. Me dejo llevar sobre el agua tibia. 

Flotan mis cascaritas de bebé.

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