miércoles, marzo 13, 2019

Marzo

En el mes de marzo el pasto de las plazas es más verde.
Los domingos, sobre todo, a eso de las siete de la tarde, cuando ya empieza a oscurecer y uno se pone a pensar como pasó tan rápido el verano y empieza a deprimirse porque falta poco para que el día se termine a las cinco de la tarde.
Y entonces puede pasar que un grupo de jóvenes sentados en una lomada de plaza Francia traten de estirar el domingo todo lo que se pueda, que un hombre lea el diario mientras acaricia un gato sentado en el banco de la plaza Mafalda, o que una mujer vestida de negro, venda su primera bufanda de la temporada en una esquina de parque centenario. 
El mes de marzo tiene olor a cuadernos, a lápices nuevos y a la tela de avión de las mochilas, y esa sensación de comienzo, de oportunidad, que no pasa en enero cuando todo está tranquilo y es como una pausa. 
Pero también tiene la maldita costumbre, como todos los comienzos, de ponernos cara a cara con nosotros y nuestra circunstancia. 
Marzo tira las cartas nuevamente, pero te avisa al mismo tiempo que acaba de pasar otro año. Te muestra a tu bebé ya en primer grado, te pide que hagas planes para todo el año… te exige un movimiento en el tablero, mientras en el reloj, la arena se sigue consumiendo. 
En el mes de marzo el pasto de las plazas es más verde porque si así no lo fuera, sería un infierno.

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