Cuando se pinta los labios color rojo parece más mala.
Me canta una canción de navidad en otro idioma y me la aprendo de memoria.
Y su sonido es un colchón en donde salto y no me duele.
Su sonrisa no es igual a la mía, pero me contagia.
Su pelo es mi mismo pelo, llovizna rojiza, duro y terco.
Sus manos tienen miles de caminos y un anillo eterno con mi nombre.
Aún pronuncia mal algunas palabras, y escucharlas me consuela.
Una puntita de pañuelo y un codo pegado a la espalda, una cereza y un disco de Jacques Brel, para que me duerma y no la extrañe.
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