miércoles, marzo 15, 2006

Cuestiones del lenguaje

La niña había telefoneado a Stern para decirle que no aceptaría el papel, y esto tanto para el caso de si ya estuviera lo suficientemente vieja como repentinamente rejuvenecida. Así es que habiendo surgido la imperiosa necesidad de convocar a otra actriz para interpretar el personaje, nos reunimos temprano en la sala con el fin de determinar quien la reemplazaría.

Phil fue el primero en llegar, y como a toda persona que se interese en lo que refiere a decorados y ambientación, como es el caso de un escenógrafo, bastante entendible es el hecho de que no le haya venido en desagrado tener que encontrarse con la tarea de convertir el desabrido departamento en un ámbito cálido y apto para la conversación, si es que un espacio en el cual se han quitado las cortinas de las ventanas y se han colocado cuatro sillas dispuestas en forma de pares de modo tal que los respaldos de dos de éstas queden enfrentados con los de las dos restantes, se lo puede llamar un ámbito cálido y apto para la conversación.

Tal fue la escena con la que nos encontramos, junto a Braga y Stern, cuando llegamos. No hace falta aclarar, aunque no viene demás decirlo, que no tuvimos que esperar mucho tiempo para darnos cuenta de que Phil había tenido una idea, así que habiendo sido escasas, las ideas, en los últimos tiempos, sin preguntar nada ni hacer ningún tipo de comentario que hubiese podido herir la susceptibilidad de Phil, nos fuimos ubicando en las sillas siguiendo un orden absolutamente librado al azar, lo cual no nos llevó más que apenas unos segundos, al cabo de los cuales Phil nos hizo levantar a todos para reubicarnos según él lo había pensado.

Así fue que Stern y yo quedamos espaldados, Manuel se sentó a mi lado y finalmente Phil ocupó la ultima silla, al lado de Stern, donde permanecimos durante aproximadamente veinte minutos sin pronunciar una sola palabra, hasta que alguien dijo: Creo absolutamente que todo esto no tiene ningún sentido. La voz provenía de atrás mío, y tenia toda la razón del mundo.

Phil se levantó, dio vuelta su silla de modo de quedar de frente a dos personas que estaban de espalda y de espalda a una persona que estaba de lado y dijo: entonces ahora es el momento. Desde su lugar corrió el improvisado telón, que hacía a penas una hora servía de cortina y que ahora separaba las sillas del escenario, para mostrarnos la escena.

El escenográfo había logrado lo que el director no había podido hacer en cuatro meses de trabajo: tener una idea, crear un clima, desviar la atención del espectador, desconcertarnos, impacientarnos, irritarnos, y finalmente emocionarnos con tan solo una imagen.

De qué se trataba la imagen, que había detrás del telón, qué fue lo que hizo que nos quedáramos en silencio observando, incluso sin tener que cambiar de sitio, es algo que esa misma noche decidí que no iba a contar nunca, porque si lo hiciera, si intentara poner en palabras aquella imagen que hizo que yo cambiara mi manera de pensar, e incluso de vivir, si tratara de explicar que fue lo que vi ese día, estoy completamente segura de que no sólo les mentiría, sino que lo olvidaría para siempre.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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