- Y después de Paris, ¿qué? – preguntó Stern
- Después de Paris, la incertidumbre, director.
- ¿Decís que todo vuelve a recomenzar desde ese momento?
- Yo no dije eso.
- ¿Estás segura?
- De nada estoy segura, pero sé que sólo dije incertidumbre.
- ¿Y qué es la incertidumbre sino la mejor oportunidad para recomenzar?
- Empecemos nuevamente – me dijo. – Dejemos de lado completamente lo que estábamos diciendo y empecemos a contar una nueva historia, desde cero, con otros personajes.
- ¿Realmente creés que seria posible olvidar todo y comenzar con una historia nueva?
- ¿Por qué no?
- Mi querido Stern... nunca podremos olvidarnos de quienes somos, nunca podremos escapar a nuestra propia conciencia. Cada personaje de mi obra soy yo. Cada palabra que pongo en tu boca, es mi palabra. Por mucho que intente despegarme de mi misma, allí estoy, siempre, sumergida en mi propio código. Ninguna historia será absolutamente nueva, siempre habrá restos de mí que me arrebatarán de la ficción para delatar mis más ocultos fantasmas.
- ¿Realmente creés que es así, Vísel? – preguntó.
- No lo sé, pienso si no será posible que tu pregunta sea la justificación de que todo se trata de una falacia.
Stern sacó su libro de citas:
- "Quizá la literatura sea eso: inventar otra vida que bien pudiera ser la nuestra, inventar un doble.” *
- Muy bien, Stern, supongamos que después de Paris, todo vuelve a empezar. ¿Qué pasaría con vos?
- ¿A que te referís?
- Digo que no existirías más.
- No me hagas reír, Vísel. Tendría otro nombre, tal vez, pero seguiría existiendo.
- Stern... que poco convincentes suenan tus argumentos, ¿te das cuenta que no hacés otra cosa que reafirmar mi teoría?
- ¿Qué teoría?
- La que acabo de decir, por favor!
- Vos no, Vísel, esa fue la otra... no te confundas.
(* Vila-Matas, El Mal de Montano)
domingo, marzo 05, 2006
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