viernes, abril 14, 2006

Un gato todo negro

Un 17 de febrero el director llegó a la sala con un gato (porque yo no concebía una sala de ensayo sin gato). Pero el que trajo era rubio. Y yo quería un gato negro, al que llamaría Henrí. Quería un gato negro nada más que para ponerle Henrí. Eso era todo lo que yo quería. Pero por donde se lo mirara, el gato era rubio.

En uno de los ensayos el gato lloró. Lo encontré tendido sobre la cama con una lágrima cayéndole del ojo izquierdo. Me pregunté de qué llorarían los gatos. “Es una infección” – dijo Manuel. Para mí era pena, pena de gato, indescifrable.

Un día el director y yo discutimos. Entonces tuve ganas de llorar. Pero como no pude, opté por el silencio, me callé la boca y no hablé más. No dije nada por un tiempo largo hasta que él pensó que el silencio ya era mucho y quiso acercarse, entonces lo mordí.

Al día siguiente vino nuevamente con un gato, esta vez todo negro. Le pusimos Enrique, porque no tenía cara de francés.

2 comentarios:

sebafonse dijo...

el narrador es un perro?
Saludos!

Vísel dijo...

No, es una mujer, pero bien podría ser un perro también, gracias por el mensaje.

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