lunes, enero 06, 2014

M. La relación con Stern y Vísel.



Aquel 10 de marzo de 2006 M. estaba preocupada. Stern le había dicho que iría a buscarla pero ya habían pasado cuarenta minutos y no llegaba. Su teléfono no tenía señal como suele suceder en los momentos en que uno más lo necesita. Decidió esperar un poco más. Quizás un piquete en la autopista o una goma pinchada habría sido el motivo de la demora. Pero no fue así. La remera empapada de Stern señalaba otra cosa, sus ojos achinados no parecían ser un signo de sueño nada más, y sus manos limpias alejaban cualquier teoría de un contratiempo relacionado a la mecánica automotriz.  Las tres horas y siete minutos durante las cuales M. se mordió los labios imaginando mil y una catástrofes habían pasado para dar lugar a la escena del encuentro en la cual Stern, a pesar de sus notables signos omitió toda explicación. Un poco de agua nada más, nada tienen mis ojos, no tengo reloj. Eso fue todo. Pero sin embargo, a pesar de la poca claridad de la situación, M. no se enojó, no reclamó, prefirió cambiar de tema, pensar en otra cosa, tragarse su angustia una vez más y sonreír.

M. no es Manuel , a pesar de la coincidencia. Sin embargo, M. también es una persona extraña. Y lo es por varias razones. La principal es que se niega a develar su identidad. Quizás por pudor, quizás porque teme. Y cuando digo teme, me refiero a ese temor inespecífico, un temor que no tiene un fundamento exacto, que no tiene raíz, punto de partida. Es un miedo en general, latente, que se cuela entre los pensamientos de M. casi a cada momento, opacando toda su vida con el velo de la duda y la tristeza. Porque el que teme no puede estar feliz y mucho menos decidir. El temor apura o estanca, pero nada fluye naturalmente cuando hay miedo. Stern no la ayuda en nada, su actitud tan ambigua la hace dudar de su honestidad a cada instante. M. intuye la existencia de Vísel por momentos, la niega en otros, la acepta a veces con cierto aire de desfachatez, cuando se siente más fuerte. A mayor debilidad, ella menos existe, para compensar, y no perder. Stern se maneja entre estos parámetros, manejando la situación con cintura, intentando amar a una y a otra alternadamente.

Vísel no está ajena a la situación. Ella sabe de la existencia de M. pero su corazón es algo frío en este momento y la ambigüedad de Stern no le molesta. Sabe cuales son las reglas del juego y se ha construido un caparazón que la protege de posibles caídas. De hecho, Stern desconoce la existencia de una espada que Vísel conserva oculta para cuando sea necesario atacar.

El amor que une a Vísel con Stern está basado en una relación intelectual. Así como el que une a Stern con M. Aunque quizás en este segundo caso exista algo más, algo más interesante, algo más cercano al amor verdadedo.Vísel lo desconoce , tampoco quiere averiguarlo. Vísel quiere amar también, como quiere Stern, como quiere M. Todo, absolutamente todo entre ellos está regido por el amor, y la literatura, que los salva.

Tal es la situación que une a los tres. Aunque de M. nunca hayamos hablado porque no era necesario. Pero después de algunos años, y con otra perspectiva, podemos ponerle a M. los atributos que se nos antojen y ponernos a hablar de ella con total libertad. M. es una letra nada más. Y además, sabe algunas cosas ahora que antes no sabía, sobre todo acerca del amor, la entrega y el miedo. Ese miedo que tiene que soltar para que no la oprima, para que pueda disfrutar abiertamente de todo lo que le sucede.

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Tuve una ilusión La vesti con terciopelo  Le puse zapatos nuevos de charol  La peiné con una trenza  Para que no se notara su origen salvaje...