M. no recuerda exactamente el momento en que se
alejó de Stern, tampoco por qué decidió tomar distancia. Vísel si se acuerda,
con detalle. Es que Vísel se acuerda de todo. M. es más etérea, no presta demasiada
atención a las cosas. Vísel no puede leer dos páginas seguidas de un libro sin que
una frase o palabra la transporte a otro sitio ya vivido, algún recuerdo. Cuando conversa con alguien M. se desconecta por momentos y se
pierde, para luego volver como si nada. Es que tanto M. como Vísel tienen demasiado mundo dentro,
mucha cosa.
Pudo ser posible que M. y Vísel se hicieran amigas
alguna vez. De hecho un breve intercambio epistolar las unió en
determinado momento en que fue necesario, pero la relación no prosperó.
Demasiadas cosas en común y además, aman al mismo hombre, o
amaban. Claro que ya ha pasado mucho tiempo. Y ahora M. está en otra situación.
M. es madre ahora y eso la ha modificado bastante en varios aspectos. Uno de
ellos es el tiempo que M. dispone para escribir, entonces cuando
puede hacerlo, se abalanza sobre el teclado de su notebook con ansiedad. Muchas
veces intentó escribir sobre su experiencia con la maternidad o sobre el crecimiento de su hijo, pero su temor a desnudarse en palabras se lo impidió.
Vísel leyó una vez cuando era adolescente que las
fotografías robaban el alma de las personas. Y algo parecido a esto es lo que le sucede a M.
pero con las palabras. Como si el hecho de anular los registros anulara su
pasado, como si no existiera la memoria que todo lo puede. Es que es Vísel la que se
acuerda de todo, pero para M. es más fácil, M. olvida con mayor facilidad, para
protegerse.
Añorar los años de la infancia con tristeza no es
normal. Y a tal punto de querer ignorarlos, borrarlos de la memoria para
que no nos atormenten…. ¿Como es posible que el recuerdo de un momento feliz nos atormente? Es algo extraño.
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