Yo tenía uno de esos muebles de caña y vidrio.
Lo tenía encerrado en mi cuarto. Solo podía salir los martes.
En la punta tenía un arco. Estaba repleto de libros y adornos.
También tuve un puff.
Ese salía los jueves.
Una vez se me escaparon.
Llamé a la policía pero me dijeron que los muebles de caña no eran personas, tampoco los puffs.
Que no los molestará más.
Una vecina me llamo a las tres de la mañana.
Tengo a tu biblioteca tomando agua en el patio, me dijo.
Le pregunté si no querría quedársela.
Me dijo que podría ser. Tenía un espacio libre en el pasillo.
El puff nunca apareció.
Bueno una vez sí, llamó por teléfono y dijo que estaba bien.
Me quedé tranquila.
Ayer, caminando por la calle encontré una cajita de madera pintada.
Pensé en el mueble de caña. Se extraña a veces.
Pero se que está mejor sin mi.
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