No me vengas de entrada con tu alegría. No me muestres esos dientes.
Péinate un poco. Me recordas a otro. Y sácate esos bigotes demodé.
El blanco es un color que me asusta.
Contame uno a uno los infortunios de tu vida. Tocame el brazo sin querer, mientras derramás el vaso de vino con torpeza.
Quizás así me den ganas de quedarme.
A no ser que tu sonrisa sea como un río imparable que me arrastre hasta la muerte.
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