Debido a la falta de entrenamiento actoral que nos había dejado la poca actividad, los ensayos se habían convertido en clases.
Stern había comenzado hablando acerca de las repeticiones, comúnmente confundidas con las coincidencias. Al siguiente ensayo nos habló de cómo en determinadas cincunstancias decimos algo en lugar de otra cosa, lo que muchas veces se confunde con el acto de mentir.
Pensé que de lo que Stern quería hablarnos trataba sobre las omisiones, pero no, las omisiones son mucho mejores, me dijo, puesto que cuando se opta por callar, no hay engaño.
- En ese caso, ¿decir una cosa en lugar de otra, estaría en el punto medio entre mentir y omitir? - pregunté.
- No en el punto medio, recuerde que mantenerse en ese lugar no es nada fácil - me contestó.
- ¿Y dígame, Stern, qué tiene que ver ésto con la actuación?
- ¿Acaso la actuación no es un engaño? - contestó apresuradamente el escenógrafo.
- Más bien una ilusión, Phil. - dijo Stern.
- ¿Y entonces porqué nos habla de la mentira, el engaño, la omisión, si nuestro arte se basa en algo mucho más altruista, como la ilusión? - preguntó el asistente.
- Eso lo sabe usted que es un buen actor, pero los malos actores no comprenden la diferencia, y confundiendo los términos, en lugar de brindar la esencia de nuestro teatro una vez en el escenario, provocan el efecto contrario. - respondió.
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