Los ensayos no estaban dando buenos resultados.
Stern parecía cansado.
El asistente se había ido unos días de vacaciones.
Yo estaba exhausta, después de cuatro meses de mucho trabajo.
La angustia que nos generaba el hecho de no poder terminar la obra, llegar a un acuerdo, hacer algo que nos convenciera, nos había sumergido en una suerte de letargo en donde sólo perdíamos el tiempo.
Stern bebía cada vez más. Yo ya no me reconocía.
Luego vino Phil con la noticia. La dueña del departamento volvía de España. Al día siguiente tuvimos que devolver el departamento y esto provocó que nos distanciáramos.
Aproveché ese espacio para pensar en mí. En qué quería hacer. En viajar, a algún otro sitio, estudiar teatro, dramaturgia, o simplemente escribir.
Pasé mucho tiempo sin ver a nadie.
Recordé algunas de las cosas que nos había enseñado el director acerca de la actuación, y las extrañas historias con las que venía Braga a los ensayos.
Comencé a escribirlas. De a poco las hojas se fueron sumando y sin darme cuenta, en dos meses había escrito lo suficiente como para publicarlas. Sin embargo, sabía que esas historias no interesarían a nadie, así que sin más, las arrojé al cesto de la basura.
Entonces me llamó Braga. Quería decirme algo importante. Era absolutamente necesario que lo escuchara con atención.
- Escuchemé Vísel, no eche todo a perder. No puede aniquilarme así como así. - me pidió Braga.
Mi respuesta fue puro silencio.
- Vísel... no me haga ésto.
- Usted es escritor, Braga... - atiné a decirle - no es así?
- Sí.
- Entonces escriba, a mí ya no me sale nada.
- Muy bien - me dijo, y cortó.
Sé que lo está haciendo, e incluso sé que yo soy uno de los personajes de su obra.
Y cada noche lo llamo, para pedirle que por favor se detenga, que debe haber una manera de resolver las cosas. Pero él no quiere escucharme, sólo ríe, mientras yo poco a poco, comienzo a desaparecer.
martes, febrero 14, 2006
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