Un 8 de febrero Stern comparecía a la puerta de la sala de ensayo en busca de Stern, con la misma predisposición anímica que podría llegar a haber tenido si supusiéramos el caso de que Stern, (el que se dirigía a la sala, no el que ya estaba adentro) estuviera en ese mismo instante presentándose ante un tribunal, en virtud de una orden. (Por dar un ejemplo cualquiera).
Presentamos aquí el relato de lo que sucedió en ese encuentro, algo a todas luces inentendible, (no por su construcción sintáctica sino en cuanto a significado se trata) no sólo para quienes estaban allí presentes, sino también para quien lo relata, o sea Vísel, (quien como se dejó entrever en varias entradas de este curioso blog, alguna vez confusamente catalogado como novela parisina, no es la misma persona que quien escribe: yo) en su mensaje escrito por mí, para nuestro asombro, un mismo 8 de febrero, porque entendemos que por más que a la que escribe, yo, puede haberle parecido malo alguna vez, (un 12 de febrero) no es éste motivo de que no podamos exponer aquí ese episodio, relato, confabulación si se quiere, con el fin de que algún lector habituado a textos complejos, por qué no absurdos, o incluso malos, llegado el caso, (no vamos a ofendernos por eso) pueda, tal vez, haciendo uso de sus nobles intenciones de esclarecimiento y gratuita voluntad de colaboración, acercarnos alguna pista, reflexión, comentario, enmienda, o puteada, si así lo viera necesario, (vamos a ofendernos por eso) con el fin de dilucidar este extraño episodio.
Vayamos al relato:
Manuel bajó a abrir la puerta.
A los pocos minutos subió con Stern. Luego éste se presentó a cada uno de nosotros y se dirigió hacia nuestro director.
Braga sirvió dos copas de vodka y se las alcanzó.
Stern y Stern vestían las mismas ropas.
Stern temblaba , un sudor frío le cubría el cuerpo volviendo de un color púrpura intenso a su camiseta roja, mientras que la de Stern permanecía inmutable.
Luego hablaron unos instantes. Stern rojo le dijo a Stern púrpura que tenia algo importante que decirle, y Stern púrpura se dispuso a escucharlo atentamente.
Entonces fue que pasó lo inesperado.
Stern púrpura volcó su copa sobre la camiseta de Stern rojo y la volvió púrpura. El hecho de haber descargado su repentina furia lo calmó al punto de secar por completo su sudor. A los pocos segundos Stern púrpura se había convertido en Stern rojo y Stern rojo era Stern púrpura.
Ninguno de nosotros entendía qué sucedía.
Luego Braga sirvió dos copas más, esta vez de vodka con naranja.
Se dirigió hacia Stern rojo y Stern púrpura y se las volcó encima.
Stern rojo se volvió repentinamente Stern rojo intenso.
Pero Stern púrpura siguió siendo Stern púrpura.
Entonces Braga nos miró a todos y nos dijo:
- El Stern que acaba de llegar es el texto y el Stern que conocemos es la puesta en escena. Ustedes son el vodka. A mí el vodka me gusta tomarlo con naranja.
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1 comentario:
Una prosa muy lograda en un blog interesante. Mis saludos.
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