miércoles, marzo 08, 2006

Lecturas II

Ensayo de un día cualquiera.
Leemos a Rilke

"El secreto de su vida que todavía no había sido, se extendía ante él. Involuntariamente dejó el sendero y corrió más lejos, a través de los campos, los brazos extendidos como si en esta amplitud hubiese podido apoderarse de varias direcciones a un tiempo. Y después se arrojó no importa dónde, detrás de un matorral, y nadie le concedió valor. Tocó una flauta, lanzó un guijarro contra una alimaña, se inclinó hacia delante y obligó a un escarabajo a dar la vuelta: todo esto no pertenecía al destino y los cielos pasaban sobre ello como sobre la naturaleza. Por fin vino la tarde con todas sus invenciones; uno era un bucanero en la isla Tortuga y no había ninguna obligación de serlo; uno sitiaba Campeche, uno tomaba por asalto Vera-Cruz; uno podía ser el ejército entero o un jefe a caballo, o un barco sobre el mar: según el humor que os animaba. Pero os llegaba el deseo de arrodillaros, era enseguida Deodat de Gozon, y había derribado el dragón y uno sabía que este heroísmo era orgullo sin obediencia. Pues no se escatimaba nada de lo que formaba parte del juego. Pero cualquiera que fuese el número de las imaginaciones que surgiesen, sin embargo siempre quedaba tiempo para ser nada más que un pájaro, no se sabe ciertamente cuál. Sólo que después estaba el regreso."


(Rainer Maria Rilke. Los cuadernos de Malte Laurids Brigge)

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