Para mí ese
era el sonido de pintarse las uñas. Pero por una extraña razón, cuando yo me las
pintaba para jugar, no se oía nada.
Pasaron
muchos años hasta que me di cuenta de que el claclaclá no era más que el sonido
generado por la fricción de su anillo de casada con el frasquito de esmalte al
sacudirlo entre las dos manos.
Hoy, cada
vez que agito mi esmalte de uñas para pintarme y suena ese claclaclá, la niña que
fui y la mujer que soy, se encuentran.
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