miércoles, octubre 26, 2022

Una casa

En la calle Carbajal esquina Freire, del barrio de Belgrano, hay un Palacete abandonado. En esa esquina está la entrada principal pero el edificio ocupa gran parte de la manzana. Desde Av los incas se ve su fachada posterior y el pasto que lo rodea. 

Del costado que da a la medianera, linda con una cancha de tenis del club Belgrano. 

El pasto está crecido y alberga decenas de dientes de león . Las persianas son postigos bajos y oxidados. Un Ford falcon estacionado en la puerta, del otro lado del portón de rejas cerrado con candado. 

Me preguntó quién vive en esa casa. 

En internet encontré un artículo con una foto de 1979. La fachada es la misma. Dos pinos enmarcan la entrada. Los mismos que ví está mañana. 

Un comentario de la nota dice que en ese lugar existió un casino clandestino. Otro se sorprende de que aún siga en pie con el auge inmobiliario de la gobernación de Larreta. Alguien dice que le dijeron que ese edificio perteneció al famoso Di Tella. 

Llegando a los Incas hay un puesto de flores que también se ve en la foto de hace 42 años. También está cerrado.

Le saqué una foto a la entrada de la casa y la subí a Instagram. 

Al instante alguien me cuenta que a veces pasa por ahí y que el pasto está cortado. 

Otra me comenta que antes tenían otro auto del lado de los incas. Un auto con el techo curvo. 

Pienso que con los datos de la patente puedo llegar al nombre del dueño pero tengo que pagar casi tres mil pesos para obtener el informe de dominio. La incertidumbre es más económica. 

Imagino que hace cuarenta años quizá yo haya pasado por esa esquina. Que Belgrano no era tan diferente a como es ahora. Y que esa casa resiste al paso del tiempo, pero yo no. 

Mi cuerpo es como un Palacete con las persianas cerradas desde hace unos meses, cuando la apatía se quedó a vivir en mi. Mis piernas como columnas que soportan el peso de un cuerpo que a diferencia de las paredes de una casa vieja, va ganando rigidez. Mi pelo como pasto crecido naturalmente. Nudos como dientes de león. 

Nadie sabe tampoco que es lo que pasa adentro mio. Del otro lado de esas paredes de piel que me alejan de todo lo demás. 

La puerta de entrada cerrada con candado. Un automovil que no va a ninguna parte. Así soy yo. 

Pienso que hace cuarenta años pude haber pasado por ahí. Y quizás pueda volver dentro de otro cuarenta. Estoy justo parada en la mitad de la vida. 

También pienso que se puede empatizar con una construccion. Sobre todo cuando la habita el vacío, en mi caso. 

El espacio donde yo vivo está en las antipodas de esa imagen. Vivir en uno mismo ya es una gran hazaña como para convertirse en una mamushka. 

Yo quisiera abrazar a esa mansión, más que habitarla. Prenderle las luces y abrirle las ventanas. Tenderle alfombras de colores en los pisos calcáreos. Llenarla de libros y jazmines. Sembrar naranjos en la entrada, pintarle un mural. 

Me gustaría poder cambiarla, despojarla de su disfraz de tristeza y pesadez  

Entonces podría salir a caminar por el barrio, una mañana como hoy, tomar esa calle al azar, y pasar por al lado, sin siquiera notarla.

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